Corresponsabilidad contra la inseguridad
Los Juegos, por Álvaro Ramírez Velasco
En el contexto de la seguridad pública hay una corresponsabilidad de los medios de comunicación con las autoridades, respecto de la información que se presenta; esta debe ser precisa y con datos duros, como aspiración permanente. El combate a la delincuencia es responsabilidad directa y constitucional de las fuerzas de seguridad, mientras que el equilibrio en la información, que se debe presentar con hechos y con verdad, son responsabilidad de quien la emite.
Se trata de, honestamente, privilegiar los datos duros por encima de la especulación, de las “fake news” o de las fotos y videos sangrientos, que pueden estar –y muchas veces ocurre– fuera de contexto. Incluso, hay que repudiar las mentiras tanto como las exageraciones.
Desde esa visión de corresponsabilidad informativa, en el contexto de seguridad, el trabajo de las instituciones locales, estatales y federales también debe tener espacio en los medios y en las redes sociales de las empresas y de los comunicadores. Equilibrio, se llama.
De ese modo se conseguirá, sin duda, que los índices delictivos, que han venido a la baja en Puebla, estén emparejados con la percepción correcta de las y los ciudadanos; de sobra está decirlo, eso no ha ocurrido. Algo nos está diciendo a gritos, respecto de la información, esta disonancia entre la realidad y la percepción. Sí se combate el crimen en Puebla, pero la abrumadora avalancha de información roja sigue complicando la visión ciudadana, en este rubro.
Han venido a la baja en la entidad, desde la llegada de la actual administración que encabeza Alejandro Armenta, los 14 delitos de mayor impacto, de acuerdo con las cifras de la Fiscalía General del Estado (FGE). Sin embargo, la percepción, al menos en el caso de la capital poblana, se ha incrementado, a la pregunta de si se siente seguro, que se levanta en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional Estadística y Geografía (Inegi).
Ganar un “like” o una nota no debe ser una meta que esté por encima de los postulados de verdad y responsabilidad social. Claro que, si se hace con dolo y con objetivos aviesos, incluso políticos, el llamado a la prudencia está sobrando, porque ahí hay un objetivo negro (o rojo).



