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Cuando un gobernador se moja los zapatos

  • junio 28, 2025
  • 3 min read
Cuando un gobernador se moja los zapatos

Ángela Mercado | agmedios.mx

Hay gestos que no necesitan voceros, ni cámaras, ni boletines. Gestos que hablan solos, como los zapatos enlodados del gobernador Alejandro Armenta este sábado en Francisco Z. Mena, cruzando en balsa un río desbordado para llegar hasta donde el Estado suele llegar tarde —o, muchas veces, nunca.

En un país donde muchos políticos prefieren la comodidad de los salones climatizados y las visitas en helicóptero, ver al gobernador enfundado en camisa remangada, caminando entre lodo, escuchando de viva voz el dolor de la gente que perdió lo poco que tenía, no es menor. No se trata solo de un acto simbólico. Es memoria encarnada.

Porque Armenta no es un turista en la pobreza. No viene a tomarse la foto ni a improvisar promesas. Su historia no empezó en un escritorio, sino en el surco. No aprendió de la miseria por estadísticas, sino por experiencia. La conoce porque la vivió. Y eso, querámoslo o no, marca la diferencia entre un político que observa y uno que actúa.

Francisco Z. Mena es una herida abierta cada vez que el Pantepec se desborda. Las comunidades de La Máquina y La Ceiba no sólo quedaron incomunicadas por el agua; llevan años desconectadas por la desidia institucional. El puente prometido desde 2008 —sí, hace 17 años— se quedó en dos columnas solitarias como testigos del abandono.

Armenta pudo haber dicho que no era su responsabilidad. Pudo culpar a los gobiernos pasados, a PEMEX, a la burocracia. Pero prefirió embarrarse las manos y comprometerse —ahí, frente a las familias— a terminar esa obra pendiente. Lo hizo no como una estrategia política, sino como un acto de justicia elemental.

¿Romanticismo? Tal vez. Pero necesitamos un poco de eso en medio del cinismo que nos ha dejado décadas de simulación. Porque cuando un gobernador se moja los zapatos, no solo cruza un río: cruza la distancia entre el poder y la gente. Y eso, en estos tiempos, vale más que cualquier discurso.

Hoy, en Francisco Z. Mena, el gobernador no fue una figura lejana. Fue un hombre de campo regresando al origen. Y en ese gesto, simple pero poderoso, hay una lección: el verdadero liderazgo no se ejerce desde arriba, sino desde abajo, al nivel del lodo, donde la gente duele.

Ángela Mercado | agmedios.mx

Periodista, cronista involuntaria de lo urgente y lo necesario.


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