¿Quién protege a la Presidenta?
Por Rita Sánchez.
El video es perturbador. No solo por el acto en sí —un sujeto que se acerca demasiado a la presidenta Claudia Sheinbaum durante un recorrido público, al punto de intentar tocarla de forma lasciva—, sino por lo que revela: una vulnerabilidad alarmante en el entorno de seguridad presidencial.
Las imágenes son claras. El individuo, plenamente identificado, logra acercarse por detrás, le habla al oído, y en un movimiento tan rápido como grotesco, intenta tocarle el pecho. No se trata de un “incidente menor”, sino de un ataque sexual flagrante que deja expuesta a la mujer más poderosa del país. Y lo más inquietante: nadie la protegió a tiempo.
¿Qué fue del férreo “círculo de seguridad” que en otros sexenios parecía infranqueable? Aquellos escoltas que no permitían ni un apretón de manos sin revisión previa. Hoy, la presidenta de México camina entre multitudes con una confianza que raya en la temeridad… y un aparato de seguridad que luce relajado, desorganizado o francamente incompetente.
El episodio abre una pregunta tan incómoda como inevitable:
👉 ¿Está nuestra presidenta realmente protegida ante una agresión física o un atentado?
México no es un país de fantasías. El sábado pasado, en Michoacán, un alcalde fue asesinado a tiros mientras atendía un evento público. Los niveles de violencia e impunidad que padecemos hacen imposible minimizar un hecho como éste. No solo por lo que representa para la seguridad de una persona, sino por lo que simboliza: el Estado expuesto, el poder sin resguardo.
Más allá del escándalo, lo ocurrido con Sheinbaum debe encender todas las alertas. No solo porque una mujer fue víctima de un ataque sexual frente a cámaras, sino porque fue la presidenta de México. Si a ella pueden tocarla así, ¿qué nos queda al resto de los ciudadanos?



