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Analco: el mercado que ya no es de los artesanos

  • junio 15, 2025
  • 3 min read
Analco: el mercado que ya no es de los artesanos

Por Ángela Mercado

Este domingo, mientras el alcalde cerraba con entusiasmo el Torneo de Barrios, esa noble iniciativa que reúne a jóvenes de toda la ciudad para pelear con guantes en lugar de palabras o balas, a solo unos pasos, otro tipo de lucha se libraba en silencio. Sin reflectores. Sin discursos. En Analco.

El mercado de artesanías de Analco —ese rincón encantador que huele a copal, a maderas recién talladas, a telares y mezcal— se ha convertido en algo que duele decir: un espacio secuestrado. No por la violencia abierta, sino por la costumbre del abuso. Por la vieja estructura que lleva años apoderándose de lo que no les pertenece.

No es una novedad, pero eso no lo hace menos grave. Hay quienes, sin tener título ni representación legal, se autoproclaman dueños del espacio público. Cobran cinco, ocho, hasta diez mil pesos al mes por un sitio en el mercado. ¿A cambio de qué? De un toldo, una mesa y el permiso informal de vender lo que debería ser un derecho facilitado por el Ayuntamiento: trabajar.

Y mientras algunos pagan esas cifras para sobrevivir, otros —la mayoría— se quedan fuera. Los verdaderos artesanos, los de manos curtidas y saberes heredados, los que hacen milagros con palma, lana o barro, tienen que mirar desde lejos cómo su lugar es ocupado por productos industriales o por revendedores que sí pueden pagar la cuota.

Cerca del tianguis, el flujo turístico es constante. Hay paseantes, familias, estudiantes, extranjeros curiosos. Pero no pueden detenerse. No hay dónde estacionarse. Los cajones están ocupados por los mismos comerciantes, como si fuera parte del trato. No hay orden, no hay regulación, no hay una estrategia que permita a Analco respirar como el mercado tradicional que alguna vez fue.

Y entonces una se pregunta: ¿por qué el alcalde no ve esto? ¿Cómo es posible que, estando tan cerca, la autoridad no escuche el murmullo de la inconformidad? ¿Es que de verdad se ha normalizado tanto la informalidad que ya ni siquiera indigna?

No se trata de quitarle el sustento a nadie, sino de devolverle dignidad a lo que ya es indigno. Analco necesita recuperar su vocación, su alma artesanal, su sentido de comunidad. Lo que alguna vez fue punto de encuentro, hoy es terreno de desencuentros y desencantos.

¿Se puede rescatar? Sí. Pero hay que querer.

El Ayuntamiento tiene que dejar de mirar de lejos. Intervenir no significa reprimir, sino poner orden. Establecer reglas claras, rotación equitativa de lugares, tarifas justas que ingresen a las arcas públicas. Implementar licencias temporales, abrir convocatorias transparentes, garantizar limpieza, movilidad, promoción. Porque si se deja todo al “uso y costumbre” de los líderes, lo que sigue es la ruina disfrazada de tradición.

Este mercado tiene historia, tiene belleza, tiene talento. Pero ya no tiene justicia.

Y eso, duele.

Quejas y chismes: zodepri@gmail.com


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