El Barroco de la deuda: el silencio que hoy hace ruido

Por Ángela Mercado
Qué curioso. Después de una década de mutismo casi reverencial, Morena decide levantar la alfombra del Museo Internacional del Barroco y sacudir el polvo de la megadeuda que ahí se escondía. Lo hace con júbilo, con firma y con cifras: diez mil millones de pesos que Puebla dejará de pagar por un edificio disfrazado de obra cultural, y que ahora, nos dicen, “ya es del pueblo”.
Y sí, es una buena noticia. Pero es también una revelación tardía de algo que todo mundo sabía y nadie quiso tocar.
Porque el escándalo del endeudamiento opaco en la era morenovallista no es nuevo. Lo sabían los diputados, los medios, los empresarios, los auditores… y por supuesto, los panistas, que callaron durante años. Callaron por conveniencia, por complicidad o por temor. Callaron porque la herencia de Rafael Moreno Valle no solo los sacó del poder, también los dejó sin discurso.
¿Cómo van a salir ahora a criticar, si ellos aprobaron sin chistar cada Proveedor de Prestación de Servicios (PPS), cada Asociación Público-Privada (APP), cada contrato blindado con cláusulas a 25 años?
¿Cómo van a levantar la voz si algunos de ellos se vieron beneficiados con contratos, asesorías o silencios muy bien remunerados?
Hoy Olga Lucía Romero Garcicrespo celebra con bombo el fin de la deuda del Museo Barroco, pero no hay que perder de vista que este teatro de la austeridad selectiva también les resulta funcional: es una jugada política que deja al PAN de Mario Riestra en el banquillo de los acusados, sin defensa y sin memoria.
Pero tampoco caigamos en la trampa de señalar solo a los políticos. Los empresarios hicieron su parte, como hacen siempre: vieron una oportunidad de negocio y la tomaron. Pero no es a ellos a quienes hay que exigirles ética presupuestal, sino a los servidores públicos que debieron cuidar el dinero de todos y acabaron comprometiéndolo con tratos oscuros y comisiones “extra”.
Y aquí viene la parte incómoda: algunos de esos personajes aún cobran en el gobierno, se reacomodaron, se mimetizaron, y hoy aplauden desde la barrera la caída del morenovallismo que ellos mismos alimentaron.
La pregunta que nadie quiere hacer —y que por eso es urgente— es la siguiente:
Si Moreno Valle no gastó un solo peso del presupuesto porque, según su discurso, todo lo hizo la iniciativa privada… ¿dónde quedó entonces el dinero público de esos años?
¿En qué cuentas? ¿En qué paraísos fiscales? ¿Bajo qué nombre o prestanombres?
Porque si lo privado construyó, pero el presupuesto también se esfumó, entonces lo que tuvimos no fue solo deuda disfrazada, fue saqueo maquillado de eficiencia, de megaobras de relumbrón!
Y mientras el PAN balbucea en busca de una narrativa, Morena capitaliza la verdad a medias: sí se acabó la deuda del museo, pero no se ha terminado de contar la historia completa.
Y esa historia, como el estilo barroco que da nombre al edificio, es recargada, contradictoria y llena de figuras ocultas. Solo que aquí, en lugar de ángeles y santos, lo que cuelga de los techos… son contratos y silencios.
Nos vemos en la siguiente.
Chismes a zodepri@gmail.com